MY BLUEBERRY NIGHTS. A VECES, HAY UNA LUZ EN LA NOCHE...





Hola, mundo.

Hoy, os traigo otra de esas películas que soy incapaz de olvidar. Películas que pueden ser mejores o peores (yo creo que, en este caso, es de la buenas, buenas) pero que siempre me han dejado un pellizco en el corazón porque las he considerado cercanas y próximas a lo que soy y a lo que he sido.

En esta ocasión, voy a hablar de My Blueberry Nights de Wong Kar-Wai, un director de Hong-Kong que hace películas muy hermosas que hablan de corazones rotos, sentimientos imposibles y recuerdos que arañan nuestra memoria.

Si tengo un especial cariño por esta película es porque en ella Jude Law regenta un bar en Nueva York y, claro está, tiendo a identificarme con su personaje. Le acompaña Norah Jones, esa maravillosa cantante, en una de sus escasas apariciones en el cine. Y también están Rachel Weisz y Natalie Portman, que interpretan a mujeres con historias tristes y dolorosas, historias de la noche, esa falsa amiga que te agasaja y te hipnotiza con sus luces de neón pero que, al amanecer, te deja desnudo y con el alma vacía.

Hay muchos detalles con los que me identifico en esta película. 

Como esas llaves dejadas por los clientes del bar para que otras personas fueran a recogerlas pero que continúan ahí porque nadie pasó por ellas y están allí huérfanas y, aparentemente, sin destino. Jude Law las conserva porque considera que, si se desprendiera de ellas, sería poner fin a historias que, a lo mejor, todavía tienen un futuro que recorrer. 

Como esa tarta de arándanos, el "postre pobre" del menú, el que nadie pide, pero que aún sigue en él para encontrar al cliente (o a la cliente) especial que se aficione a su particular sabor y regrese al bar para, precisamente, volver a pedirlo. 

Como la triste historia de amor que vive Rachel Weisz, que acaba mal, como acaban todas las historias de amor que nacen entre vasos de whiskey y sentimientos enfermizos de posesión.

Pero, sobre todo, me gusta esa metáfora que nos dice que, a veces, para poder cruzar al otro lado de la calle, hay que recorrer medio mundo. Yo sé que es así porque lo he vivido y lo he sentido en mis propias carnes. Para acabar al lado de la persona que siempre ha estado a tu lado, a lo mejor hay que recorrer miles de kilómetros, conocer cientos de vidas, visitar pueblos y ciudades cuyos nombres nunca había escuchado para que, entonces, y solo entonces, descubras que has tenido muy cerca lo que, de verdad, va a dar sentido a tu propia vida.

Si tenéis ocasión de verla, no os la perdáis. Os emocionará y dejará en vuestro interior una huella imborrable. Recordad su título: My Blueberry Nights.

Besos y abrazos. Y sed felices










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