SILENCIO ATRONADOR/SILENCIO DESEADO




Cuadro de  Alexander Deineka que se puede ver durante estos días en la Colección del Museo Ruso de San Petersburgo en Málaga


Como ya sabréis si habéis empezado a leer este blog, el hecho (la desgracia) de que ahora no esté ocupado me deja tener tiempo para pensar un poco sobre toda serie de temas y para fijarme en cosas que, antes, o me pasaban desapercibidas o, simplemente, las consideraba completamente normales. Hoy, os voy a hablar de algo que ha empezado a parecerme un poco raro y que me ha dejado bastante intranquilo.

Se cuenta que, en una ocasión, durante la noche, las aguas de las cataratas del Niágara se congelaron, de forma que cesó el enorme estruendo que provoca la caída del agua de la cascada. Cuando se hizo el silencio, todos los habitantes del pueblo cercano despertaron asustados: la ausencia repentina de ruido suponía para ellos una situación cercana al pánico…

La mayoría de nosotros no vive cerca de un lugar con un sonido tan ensordecedor como ese pero sí que habitamos, habría que decir, más bien, que hemos creado, un ambiente en el que acabamos estando pendientes de un fluido continuo de pitidos y vibraciones de móviles y otros dispositivos. ¿Y qué son esos pitidos y esas vibraciones? Una nueva notificación de facebook, un mensaje que nos ha llegado a través de whatsapp, un like a una foto de instagram y el aviso de que hay un hilo de twitter que está haciendo hervir las redes sociales… Si, por un momento, ese fluido cesara, nos pasaría lo mismo que a los vecinos de las cataratas del Niágara durante esa noche gélida: que nos alarmaríamos porque pensaríamos que algo anómalo está sucediendo…

He comparado todo esos ruiditos que nacen de nuestra conexión con el mundo virtual con el estruendo que provocan las cataratas del Niágara. Pero creo que ello no es correcto. Porque ese estruendo no solo es que no impida la vida normal de los habitantes que residen en los alrededores de esas grandes cascadas sino que, al contrario, han logrado encontrar en ellas su forma de subsistencia, gracias al turismo que llega allí atraído por la belleza y espectacularidad de los paisajes. Es decir, las cataratas les han servido para salir de un posible ensimismamiento, para encontrar una referencia fuera de ellos mismos. En cambio, el efecto de las redes sociales y el mundo virtual es el contrario: nos aísla de nuestro entorno, nos roba el tiempo teóricamente libre (y el que, quizás, no sea libre) y creemos que no hay nada más allá de facebook, twitter, instagram o whatsapp… Provocan que la aparente única referencia existente sea nuestro mundo, con sus fijaciones y sus obsesiones.

Porque hay algo que, a estas alturas, deberíamos tener muy claro. Todas esas redes sociales no muestran la realidad. Más bien, la distorsionan, la manipulan, enfocan a partes interesadas de las mismas, ocultan elementos valiosos y relevantes y alimentan nuestro propio narcisismo y aislamiento. Creemos que nos comunican con los demás cuando lo que realmente sucede es que el personaje que hemos creado en esas redes se comunica con los personajes que los demás, a su vez, han creado como presuntos reflejos de ellos mismos, encerrando nuestro verdadero yo, que se esconde, retraído e impotente, detrás de un iphone, un ipad o el teclado de un portátil.

Las redes sociales e internet nacieron para servirnos y, poco a poco, nos vamos convirtiendo en sus servidores, convirtiéndonos en esclavos de un sonido machacón y repetitivo que, en vez de avisarnos de que ha entrado un mensaje realmente importante en nuestro móvil, nos mantiene atados a un aparato al que acabamos enganchados para no tener que pensar en nosotros mismos.

O, al menos, eso es lo que pienso yo, Leo. Si no están de acuerdo, no hay problema. No me hagan caso. Estas son solo cosas mías y de mi actual aburrimiento… Les dejo con una canción para que se vayan con buen sabor de boca.





Comentarios